martes, mayo 15, 2007

Diario de un erasmus: día 200

Caravan

El súbito rugir del motor me despertó y pronto los suaves balanceos que me acunaban dulcemente, trayéndome lentamente del mundo de los sueños a la realidad, se convirtieron en bruscas sacudidas que se llevaron definitivamente a Morfeo de mi mente. "¡Es verdad! La caravana". Ahora recordaba que me encontraba viajando por Escocia en una caravana y como unas horas antes había decidido echarme una pequeña siesta que parecía haber surtido el efecto deseado: darme fuerzas para la siguiente parada. ¿Qué tocaba ahora? Ya había perdido la cuenta de los lugares visitados y no estaba seguro de cual sería el siguiente destino.

Mientras me bajaba de mi litera, para preguntar por donde íbamos, un bache inesperado me desequilibró haciéndome golpear el armario. "Nota mental: Procura moverte poco por la caravana mientras está en movimiento". Las risas de las chicas de Salamanca me confirmaron no sólo que andaban despiertas, sino que habían visto mi tropezón. Intentando realizar una maniobra elegante, a pesar del vaivén, me senté con ellas disimulando la vergüenza pasada y riéndome con ellas.

David seguía conduciendo. Parecía como si los 1000 y pico kilómetros que llevaba a sus espaldas no le pesasen. Supongo que la compañía de su novia de origen chino, Ling Ling, en el asiento de copiloto era más que suficiente para mantenerle contento. Fue entonces cuando pregunté por José. Antes de encontrar la respuesta en las palabras de Reme (Apaños para los amigos) adiviné la solución cuando un mudo grito procedente del baño se acordó de mi en no muy buen tono. Creo que a José le estaba pesando en ese momento el que anoche gastase la última gota de agua del depósito lavándome los dientes. Cinco minutos después la puerta del baño se abrió y las mudas palabras que no había parado de proferir en todo ese tiempo se transfrmaron en una voz clara.

"Si el baño no huele precisamente a Ambi-pur es tu culpa" me dijo en tono gracioso al salir del baño mientras las risas de las chicas volvían a escucharse por toda la caravana. De repente, un frenazo más fuerte de lo habitual hizo que José perdiera la verticalidad y se viera repentinamente abrazado a Helena en un esfuerzo por no golpearse. Las risas tornaron bruscamente a una expresión de susto. Tras el frenazo y un volantazo David condujo la caravana hacia el arcén y paró. Todos le mirábamos asustados. Su cara era seria... pero tranquila. Comprobó que todos estábamos bien y finalmente nos respondió las preguntas: "Hemos atropellado un ciervo".

Un cervatillo había saltado a la carretera inesperadamente y gracias al buen pilotaje de David, que nos sorprendió a todos en su primer viaje con la palanca de cambios "al otro lado", no pasó nada más grave. El incidente se convirtió en un pequeño susto, un cervatillo muerto, un ligero bollo en la parte delantera de la caravana y la pérdida de 200 libras de la fianza.

No hay comentarios: