sábado, junio 10, 2006

La Luz del Vampiro - El Cine


ESTA noche voy al estreno de la última película de Isabel de la Rosa. Siempre que veía alguno de sus largometrajes en la televisión, pensaba que tenía que ser la mujer más maravillosa del mundo. Con ese par de tetas tan redonditas, del justo tamaño; ese culito con forma de corazón. Esos labios carnosos, los ojos azules, su pelo negro como el carbón, tan largo…

Y aquí estoy ahora en una limusina camino de Callao. A mi lado está mi Siervo, le sudan las manos; huelo su ansiedad y nerviosismo.

¿Sueles ir a muchos estrenos? Le pregunto.

Me invitan de vez en cuando me responde lacónico.

No habla mucho, pero me trata bien y cada vez que me entra el hambre se pone muy contento.

Me gruñe el estómago digo para animarle. Espero que no dure mucho la película.

¿Sí? Me observa con una enorme sonrisa, se la devuelvo de forma cortés. La limusina se detiene y nos apeamos del vehículo frente a la puerta del cine.

En el vestíbulo hay una inmensa cantidad de gente, más de la mitad son periodistas. Por supuesto, a mi Siervo y a mí, nos ignoran. Entre la nube de flases veo a Isabel, va vestida con un traje de noche que sugiere su cuerpo de una forma sensual y libidinosa. Me acerco un poco más y la observo. La tela se pega a su cuerpo como si no fuera tela; sino un color muy raro de carne.

¿Maestro? Me pregunta mi Siervo. ¿Cuándo lo hará?

Le miro sonriente, me gusta que me llame de usted y Maestro; más aún, cuando es él el que me mantiene y me enseña cosas importantes como el protocolo y las buenas maneras. Me dijo una vez:

«Deberá moverse entre la gente importante y rica, es la única forma de que nunca sospechen su… su talento. Será un millonario estrafalario amigo de un importante dentista. ¿Le gusta? »

Claro que me gusta, me pego la vida padre.

¿Estamos invitados luego a la fiesta, no? Allí presta atención, voy a probar nuevas habilidades digo con una sonrisa hipócrita de oreja a oreja.

¿Nuevas habilidades? Me pregunta interesado.

Creo que ya sé hipnotizar, por si acaso lo probaré en mitad de la película con alguna de las azafatas.

Pero le quitará el hambre, Maestro.

¿Y quién dice que voy a comer? Acaso no es tan sano matar por deporte, como los cazadores, ¿no? ¿Acaso ellos se comen los ciervos que matan? Contemplo la cara de alegría del dentista. Me estás enseñando a comportarme como ellos, ¿no? Así que: Donde fueres, haz lo que vieres.

Con dificultad, sorteamos a la gente y entramos en la sala de proyección. Un acomodador a punto de jubilarse nos acompaña hasta nuestras butacas. El cretino, extiende una mano esperando propina, le doy un billete y sonrío.

Muchas gracias, señor, que le guste la película me dice.

Le doy unas palmaditas en el hombro a mi ego. No tengo ni veinte años y me llaman señor. Seguro que cuando llegue a los doscientos me canso, pero de momento me gusta.

Las luces se apagan y empieza la proyección. Es aburrida, un drama histórico donde las mujeres van tapadas de pies a cabeza. A la mitad de la película, le hago una seña al Siervo de Criaturas Nocturnas y me largo hasta el bar en busca de alguna azafata.

En el bar no hay ninguna, están en el vestíbulo recogiéndolo todo. Miro a una de ellas.

Hola le digo.

Hola me contesta.

¿Te vienes a los servicios? Si te vienes, allí te espero, en el de señoras; ¿vale? Bueno, mejor dicho: Te ordeno que vengas.

Pienso concentrándome, mirándola a los ojos. Ella también me mira fijamente, apenas ha transcurrido un segundo.

Aquí no esta el bar digo fingiéndome perdido.

No dice, todas se ríen.

Hasta luego me despido.

Me dirijo a los lavabos de señoras. En ese momento están vacíos, lo bueno de los cines es que durante la película nadie los suele utilizar. Unos segundos después aparece la azafata y me mira sorprendida.

Pasemos a ese retrete, digo con mi mente señalando con el pulgar al habitáculo.

Ella no dice nada, pero se introduce en la cabina, y yo tras ella. Allí la miro, le acaricio la cara, le quito la parte de arriba del uniforme, el sostén y le como los pezones. Entonces aparecen mis dos filas de dientes, la beso.

«¿Por qué voy a ser como la cigarra y perderlo todo cuando llegue el invierno? Se hormiga, hombre». Me digo.

Pasado mañana, a las dos de la mañana, pásate por aquí susurro en su oído mientras le entrego mi tarjeta de visita. Necesito comer, y así me ahorro buscar la comida.

Ella me come la oreja, así que me bajo los pantalones, le subo la falda, le aparto las bragas y la penetro. Ella no se asusta de mi enorme pene, al contrario, parece extasiada la hija de puta. Cuando me corro y siente mi semen en su interior, pega un grito de placer; menos mal que todavía nadie ha entrado en el servicio. Es normal, esa es una película de las que les gusta a las pibas.

Salgo del retrete y vuelvo a la sala de proyección dejando a la azafata sentada sobre la taza con cara de haberse tomado una sobredosis, cuando lo que se ha tomado es una sobrepolla.

¿La ha matado? ¿Ha funcionado? Pregunta mi Siervo nervioso cuando me siento a su lado.

No respondo con una sonrisa, he hecho una inversión.

Es muy inteligente, Maestro.

Gracias a tus consejos, amigo. Veamos la película. ¿Salen tetas?

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