sábado, junio 17, 2006

La Luz del Vampiro - La Actriz


SÓLO me costó una décima de segundo convencer a Isabel de la Rosa que en el bajo de la calle Amargura íbamos a estar de lujo.

De camino a casa, mi Siervo, no hace más que mirarla con los ojillos encendidos. Mientras, entro en la mente de la dama y hago que le diga cosas agradables.

―Estoy deseando que tu Maestro me mate ―dice―. Ardo en deseos de que una vez muerta me tomes entre tus brazos.

Y el dentista respira agitadamente y se frota el sexo con la mano metida bajo el pantalón. Me hace gracia, porque es en ese momento cuando aparenta realmente lo que es: un pervertido.

Miro a la diva del cine. Su perfil es esplendido, lleva el pelo recogido y su cuello, se muestra como una deslumbrante selva virgen en la que horadar sendas y caminos que lleven a tesoros de incalculable valor.

Cuando llegamos a casa, mi Siervo va a preparar su cuarto. Una habitación que tiene en el sótano donde practica su hobby. Mientras, me quedo a solas con Isabel de la Rosa en la sala de estar. Le muestro mis dos filas de dientes y ella me devuelve la sonrisa.

―¿Sabes que vas a morir? ¿Te imaginas lo que es eso?

―Es la salvación y la libertad, el desenlace definitivo a una vida plena ―me contesta mientras pienso divertido que a la mujer no le falta moral.

La tomo de la mano y la llevo a una habitación sin muebles, completamente forrada de baldosas, que Agustín se encarga de limpiar después de cada comida. Siempre suele decir el cabroncete: Voy a limpiar las migas.

Esta totalmente a oscuras para los ojos de la mujer, sin embargo, yo veo con claridad. Tengo unas pupilas capaces de encontrar fotones de luz donde no los hay. Hago que se desnude, es realmente bella. Me transformo y permito que mis poderes hipnóticos dejen de actuar. Cierro la puerta con llave, voy a un rincón y espero.

Cierro los ojos. Primero oigo su respiración agitada. Siento como la ansiedad comienza a inundarla y me imagino sus pechos subiendo y bajando al compás que marcan sus pulmones al ingerir aire.

Abro los ojos, la veo caminando hacia mí con las manos extendidas. Sin hacer ruido, me aparto y observo como cuando llega a la pared, la tantea con cuidado y se aferra a ella. Avanza con cuidado hasta llegar a la puerta. Toca el pomo, lo gira pero no cede. Entonces su respiración se hace más rápida, intensa y ruidosa. Con los nudillos golpea la puerta.

―¿Hay alguien? Estoy encerrada. Esto no me hace gracia, Baltasar. ¿Qué me habéis metido en la bebida? Sabes que tus rollos de logias no me gustan nada. ¡Abre!

Arqueo las cejas sorprendido. Me pregunto quien será Baltasar, no sé que es una logia.

―¡Vamos, déjate de juegos! Hoy no me apetece practicar el sexo en grupo, me duelen los ovarios por el periodo ―golpea con más fuerza la puerta. Entonces me acerco a ella y la vuelvo a hipnotizar. ¿No merece pensar que muere feliz? Una diva de su talento es lo que merece.

Para respetar sus ovarios, la sodomizo. Que queda tirada en un rincón con el recto sangrante. Me empieza a dar pena y desgarro su cuello y bebo su sangre implantando en su cerebro escenas alegres y divertidas. Cuando su corazón deja de latir, piensa que monta en un columpio sobre una nube. Mientras, frente a ella, un mago extrae un conejo de un sombreo de pescador. Que extraños son los anhelos profundos de las personas. Isabel de la Rosa no soñaba con más fama, ni dinero, ni poder; sólo con risas de niña.

Me transformo en un adolescente con granos y salgo del cuarto. Mi Siervo espera deseoso. Por primera vez, desde mi primer bocado en el baile, siento una desazón; y eso no me gusta.

―¿Ya? ―Me pregunta el odontólogo frotándose las manos como los malos de las películas de los años cincuenta donde el bueno era Burt Lancaster, y siempre, se pasaba todo el tiempo, saltando de balcón en balcón vestido con mallas; como el Príncipe de Beckellar.

―Claro ―respondo sencillo; y pienso:

Luego le tengo que preguntar que es una logia y por ese tal Baltasar. Seguro que eso ayuda a que la desaparición de esta tía no se relacione conmigo. Él lo debería haber sabido, cargarse a gente importante no es bueno para pasar desapercibido.

Me siento en el sofá y miro la tele hasta que comienza a amanecer y bajo a dormir. El Siervo de Criaturas Nocturnas todavía no ha acabado. No me extrañaría nada que tonteara con su juguetito durante unos cuantos días. Tenía que haberle avisado que tenía el periodo y los ovarios doloridos; aunque muerta, no le iba a doler mucho.

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