miércoles, octubre 25, 2006

Diario de un erasmus: dia 32

Spiders' paradise

Si hay una cosa que me llamó la atención al poco de llegar aquí fueron la diferencia en cuanto a los animales que me rodeaban. Debido al tiempo que hace (llueve casi todos los días aunque sean cuatro gotas) no es raro ver un montón de zonas verdes por los alrededores y en ellas un montón de árboles llenos de hojas durante todo el año. ¡Normal que los ingleses inventaran el fútbol antes que nadie, ya tenían los campos hechos! Este panorama favorece la proliferación de diferentes especies.

Las ardillas escasean en España y yo sólo las he conseguido ver en el Retiro (y en Jaén, como puede asegurar Richard) y son muy escurridizas, por lo que si quieres tomar una foto de ellas tienes que tener mucha paciencia y mucho cuidado. Aquí, te encuentras ardillas incluso en los jardines de las casas y puedes verte un día andando por la calle y sorprenderte al notar que a tu lado, a pocos centímetros de distancia, el serpenteante movimiento de la cola de una ardilla al andar te hipnotiza dejándote ensimismado. No creo que sea muy difícil tomar una foto de alguna e incluso conseguir que coman de mi mano, a ver si algún día me hago con una cámara.

Como buen puerto que es Portsmouth, no podían faltar las gaviotas y su característico sonido. Cada vez que las escucho me acuerdo de la cantidad de playas de España en las que he tenido la suerte de estar y sus preciosos puertos.

Abundan también una especie de Urracas muy extraña y un número muy elevado de diminutos pájaros que te hacen sentir dentro de la película "Pájaros" y que despiertan en mi una incómoda sensación, ya que no tienen la costumbre de salir volando cuando te acercas. Parece que te están desafiando.

Sin embargo, lo que más me sorprendió al llegar aquí fue la cantidad de arañas que puedes encontrarte. Más que arañas son "arañazos" que aún no consigo entender como se mantienen en esas finas redes. En cada esquina, en cada saliente, en cada farola o en cualquier hueco donde sea posible sujetarlas te encuentras una telaraña. Si un día dejas la bici toda la noche al lado de una pared, no te extrañe encontrarla al día siguiente recubierta de red. Tienen una habilidad pasmosa a la hora de tejer. Debido a las continuas ráfagas de agua intermitente es común aquí encontrarte de pronto en un aguacero, como de pronto en un precioso día soleado. Cuando las lluvias aparecen traen consigo infinidad de caracoles a las calles. Cuando la lluvia cesa, se evaporan los caracoles y reaparecen las arañas en una infatigable labor de reparación de los estragos que las lluvias han producido en sus telarañas. Es un ciclo interminable de lluvia, reparación y alimentación en la rutina diaria de la araña.

...

El otro día volvía de la uni tras haberme librado de un aguacero impresionante. Había esperado impaciente, bajo el techado de la entrada, hasta que la última gota de agua procedente de las grises nubes tocó el suelo. El sol brillaba ahora con fuerza, aunque todavía persistían numerosos charcos en el suelo. Con la tranquilidad del que sabe que no tiene mas obligaciones que hacer en todo el día me encaminé hacia casa. De pronto, el hipnótico baile de una araña flotando en el aire me detuvo. Como no tenía prisa decidí dedicarle los próximos minutos de mi vida a ese documental en vivo que se me presentaba delante. Una araña construía una nueva morada, después de haber perdido la vieja en las últimas lluvias. Maravillado contemplé la perfección de la naturaleza, la perfección de esos genes que el paso de lo años los han hecho evolucionar grabando esas precisas intrucciones en el sistema nervioso de cada araña. Instrucciones que realizan inconscientemente cientos de veces en su vida en un acto. Instrucciones que hoy eran un milagro de la vida a mis ojos.

Un marco de hilo grueso rodeaba los perfectamente equiespaciados radios que partían de un irregular centro de telaraña. Este centro serviría de morada a la constructora en un futuro. Con dos de sus ocho patas se sujetaba de los radios de su tela y con otras cuatro se ayudaba para realizar un singular y sinuoso movimiento en espiral que la conducía hacia el centro de la red. Con las dos patas restantes iba colocando con suma precisión y cuidado el hilo que salía de su abdomen en los radios de su telaraña. Ni un maestro de orfebrería en un alarde de paciencia sería capaz de realizar un trabajo tan perfecto en una cantidad tan pequeña de tiempo. La distancia entre hilos se repetía de forma constante durante toda la red tejiendo perfectas rectas paralelas que constituían una desagradable y mortífera última visión a los pobres insectos que, sin capacidad ya de maniobra, se veían disparados a lo que sería un lento y desagradable final.

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