sábado, mayo 20, 2006

La Luz del Vampiro - Visita Inesperada


ESTA noche me he levantado con otro aire y una sonrisilla de pícaro maravillosa. Me he incorporado en la cama y he respirado a gusto el fétido aire que reina ahora en mi hogar. Entre lo apestoso de mi aliento y los cuerpos en descomposición de mis padres; el olor a podrido, en vez de molestarme, me embelesa. De todas formas he tenido que abrir la ventana por si los vecinos sospechan. Aunque, que yo sepa, tampoco teníamos mucho roce con ellos. Quizá se deba a que sólo llevábamos viviendo aquí quince días cuando todo sucedió.

He ido luego al baño y me he mirado al espejo. Para entretenerme, me he transformado unas cuantas veces. Resulta curioso; pero hasta que no le chupé la sangre a aquella mujer en el baile, era incapaz de controlar mis metamorfosis. Ahora, en cambio, lo hago a voluntad. Me observo y sonrío con una sensación extraña.

«Tal vez se deba a que hoy estoy saciado de verdad». Me digo con tono conciliador. Desde luego, si soy un vampiro, debo matar gente y beber su sangre. Como no soy homosexual, lo lógico es que se la chupe a las mujeres.

No voy a chupársela a los hombres.

Me río de mi broma, me transformo en demonio de la oscuridad y susurro con voz gutural:

Prepárense, jovencitas, hay un vampiro nuevo en la ciudad.

Entonces llaman a la puerta.

Me vuelvo, mis ojos se encienden. ¿Y si era el vecino que venía a pedirme sal?

Lo degollaría.

¿Y si era la vecina la que quería sal?

La dejaría seca. Pero primero la violaría.

Sonrío, y yo que creía que no tenía hambre.

Voy a abrir la puerta y zanjar el asunto, cuando mi ente racional me devuelve a la realidad. Lo hace con una voz sería, comprometida con la situación.

Si abres la puerta y te cargas al que está detrás, ¿dónde vivirás? Tendrás que vagar por la ciudad, dormir en sitios oscuros; en cloacas, ¡con las ratas! Transfórmate en un educado adolescente, se amable. ¡No bebas la sangre de tus vecinos!

Hago caso a la voz y me transformo. Alargo la mano hasta la puerta.

¡Y echa ambientador! ¡Tus padres huelen que apestan, es que no has visto lo hinchadas que tienen las barrigas!

Cierto, me había olvidado por completo de ellos. Estaban en el baño, dentro de la bañera para ser más preciso. Con paso torpe me dirijo hacia allí. Los observo un instante; papá está encima de mamá. Papá no tiene cabeza; pero sé que es él por las pecas de su espalda. A mamá no puedo verla porque está descuartizada; pero está debajo, fijo.

Corro las cortinas de la bañera, están manchadas de sangre; igual que las paredes, el lavabo, el retrete y gran parte de la casa; pero así me quedaba más tranquilo. Abro el armarito, saco de él un bote de desodorante y comienzo a llenar la casa de ese olor tan raro que tienen los desodorantes.

Luego, con una sonrisa, abro la puerta.

Ante mí hay un hombre de mediana edad, medianamente calvo y medianamente alto. No puedo decir si es o no medianamente gordo o delgado porque viste un grueso abrigo de color caqui que tapa por completo el contorno de su figura. No había visto a ese hombre en mi vida, y sin embargo, la primera impresión que tengo de él, es buena. No me molestaron, en absoluto, sus rasgos faciales groseros, ni su exceso de vello en el entrecejo y los orificios nasales. A mí también me pasa lo mismo, a lo mejor me inundó un extraño sentimiento de solidaridad. Puede ser.

Hola, buenas noches, me llamo Agustín se presenta mientras acaricia un aro de oro que lleva colgado en la oreja izquierda a modo de pendiente.

Hola dije, quizás un poco parco.

Tengo el deber de congratularme con usted y felicitarle, ya que el otro día, por fin, después de unas semanas, decidió poor fin en bautizarse en las lides del vampirismo.

Me quedo anonadado. Mis ojos se abren como platos y mi boca hace lo propio para que entrasen las mocas. Algo que ocurrió inevitablemente porque el piso estaba infestado de esto insectos a causa de mis padres y yo mismo. ¿Cómo sabía que era vampiro? ¿Acaso el también lo era?

Miro a aquel hombre aún más ensimismado. No se que decir, él continua sonriéndome.

Bien, eso era todo, aquí tiene mi tarjeta, si tiene algún problema venga a verme.

Me alarga una tarjeta de visita con letras rojas, la cojo.

¿Pero…? Comienzo a preguntar, pero él me corta.

Hoy no tengo tiempo para preguntas. Con Dios, amigo.

Y se da media vuelta y comienza a caminar hasta el ascensor, entonces se vuelve y me dice:

Yo que usted no tendría cadáveres encasa, y menos en un edificio respetable como este.

He echado desodorante digo disculpando mi comportamiento. El hombre se encoge de hombros, como si no fuera con él.

Cierro la puerta, me meto en casa y leo la tarjeta:

Agustín González.

C/ Amargura nº 6, bajo.

Odontólogo y Siervo de Criaturas Nocturnas.

«¡Anda! me digo. Se llama igual que ese actor calvete que siempre habla a gritos».

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha dado cierto asco tu escrito al mismo tiempo que has sacado cierto gemido de satisfacción.

Un Vampiro es culto con los años, por eso te perdono lo insulso y pobre de tu vocabulario.

HPM