miércoles, diciembre 06, 2006

Diario de un erasmus: día 74

Lateness

Las miradas punzantes de un rebaño de estudiantes se clavaban en mi mientras el amenazante dedo del Dr. Tawfik golpeaba en tres ocasiones la esfera de su reloj. Inmovil, como la vara de Moises ante un asombrado emperador egipcio supuestamente llamado Ramsés, mi cuerpo era incapaz de poner en marcha el mecanismo de mis músculos para llevarme hacia un puesto de trabajo que me ocultase del bochorno momentáneo. "I have been waiting for you 20 minutes!". Las ásperas y graves palabras del profesor de origen asiático salían de su boca por debajo de un tupido bigote que acentuaba su expresión amenazante.

La puntualidad inglesa es un mito que sólo algunos se empeñan en mantener de manera extricta y este profesor no nativo era uno de los defensores de la causa. La cercanía alumno-profesor del sistema inglés le tenían al corriente de mi trayectoria con el reloj. Mi tardanza, esta vez, estaba justifica, igual que las otras 20 veces, pero Mr. Abdul Tawfik no estaba dispuesto a atender a razones y sólo pude desonrojar mis mejillas cuando me dejé caer en mi puesto en la culminación de un hosco viaje a través de un mar de miradas con las palabras de reprimenda aún resonando en mi mente.

Por suerte, mis conocimientos previos me permitieron superar con éxito la sesión experimental, sin embargo, no cumplieron el mismo cometido cuando Rich, mi manager en el Tiger, se intentaba excusar en esos minutos de retraso ante el impago de numerosas horas de trabajo. Su vertiginoso inglés, con la única finalidad de trabarme en mi intento de réplica, era un muro infranqueable que hasta el momento no he conseguido superar. Aún no puedo evitar recordar la similar experiencia contada por mi amigo Emilio en el pasado y utilizarla a modo de consejo.

En el final del Otoño inglés, el viento arrastra la llegada de los primeros días de invierno y hace difícil pedalear con cierta velocidad. Con el viento apartándome la capucha, las gotas de agua, que caían desde la óscura bóveda que formaba la noche inglesa, resbalaban por mi pelo hasta llegar a mis ojos haciéndome muy complicada la labor de montar nuevamente la cadena de mi bicicleta. Después de casi tres meses, una rueda pinchada que tuve que arreglar y una cadena que se sale continuamente me han ayudado a comprender porqué mi bici yacía aquella noche sobre la desierta acera de camino a casa sin ninguna protección... Iba a llegar tarde otra vez al trabajo.

...

Y mientras unos llegamos tarde a todos lados, otros se adelantan y así, como bien me ha apuntado mi colega Héctor, un tal San Nicolás, de gran similitud con nuestro querido Papá Nöel (también llamado Santa Claus) aunque no el mismo, se pasará esta noche por los hogares alemanes reapartiendo dulces a los niños.

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