viernes, febrero 16, 2007

Diario de un erasmus: día 123

Bye bye Edu

Y los colegas van cayendo unos detrás de otros... Esta vez es el turno de Edu... el de Boadilla, no el de Valencia. Es un chaval cuya peculiar perilla en forma triangular te llama la atención nada más conocerle y que cuando por fin le conoces la perilla es lo menos peculiar que encuentras en él. Está montado en el euro y por lo que se ve su casa en Boadilla tiene hasta gimnasio. Estuvo a punto de regalarme su coche inglés si me llego a hacer cargo del seguro. Me ha pedido el movil lo menos 4 veces porque o ha perdido, o ha roto o no le gustaba el viejo movil y se ha comprado otro nuevo y por no pasar los teléfonos...


Para despedirse hizo una fiesta en su casa el Sábado pasado. Una house party. Fue de las mejores en las que he estado. Se nota que la organizó un español... y la mayoría de los que fuimos eramos españoles. Se despidió de todos en la fiesta y, otra vez, el Martes en el Registry porque el Miércoles volaba a España. Por culpa del Tiger no tuve demasiado roce con él, pero es una verdadera pena no poder volver a verle en las house parties liándola como sólo él sabe hacerlo.

Este finde la única novedad, aparte del cansancio acumulado que tenemos de toda una semana saliendo por fin de exámenes, es la visita de una amiga de Lindsay. Llegaron de París el Martes después de 10 días de paz sin ellas y se dieron cuenta nada más llegar de que alguien había dormido en sus camas... Sí, los amigos de Pablo vinieron el finde pasado y no iban a dormir en el suelo habiendo dos camas libres, ¿no? Bueno... la verdad que ahora creo que hicimos mal de no avisarlas siquiera y encima intentar ocultárselo. Lo hemos medio arreglado con una pequeña mentira. Parece que la relación vueve a estar bien y así, ayer Lindsay nos presentó en mi habitación a su amiga Marina mientras Pablo se secaba el pelo con mi secador recién salido de la ducha. Después de haberla dado dos besos y hablar un buen rato, cuando se fueron, me dijo Pablo con toda la razón del mundo para su desgracia: "¡Dime que no he estado hablando con ellas en calzoncillos!".

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