sábado, febrero 24, 2007

Diario de un erasmus: día 131

Engineer looking for a job 2

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Hacía mucho tiempo desde que Andrés no se encontraba tan incómodo en una silla. De sobra sabía que era inutil revolverse entre los rígidos brazos del asiento porque nunca encontraría la postura adecuada. No mientras aquellos tres sabuesos de rostro serio siguieran mirándole de aquel modo. En cualquier momento empezaría el interrogatorio y Andrés les esperaba ansioso restregándose las manos en un gesto de espera nervioso.

En su mente aún salpicaban los recuerdos de cómo había pasado los primeros meses en Portsmouth. De cómo había dedidado horas por adelantado a las prácticas de clase para terminarlas pronto y de cómo había estudiado y trabajado durante horas su oído y pronunciación inglesas. Atrás quedaban todas esas tardes echando su currículum por internet mientras buscaba activamente trabajo de ingeniero.

Aún se acordaba de la cantidad de llamadas que no atendió a su número inglés por miedo a no estar preparado y del tremendo fracaso de la primera vez que creyó estarlo. Se acordaba de cómo había afrontado la primera entrevista telefónica delante de una mesa llena de apuntes y de la cara que se le quedó cuando en la segunda entrevista telefónica le hicieron explicar en inglés la expresión matemática de una ecuación de microondas.

Ahora, sin embargo, estaba ahí, delante de ellos. Ya no podía esconder su miedo al otro lado de una conversación telefónica. Estaba a un paso de conseguir lo que tanto había buscado, a un paso de superar la última entrevista para entrar a trabajar en Motorola, pero tan lejos de su objetivo. De repente, sus manos se detuvieron y se separaron para buscar el descanso en los brazos de la silla. Los nervios habían desaparecido súbitamente y en su mente sólo relucían las horas de preparación que había pasado. Su mirada se tornó en una expresión de fría seguridad que detuvo momentáneamente los labios de su interrogador que al tiempo se habían abierto para disparar una primera pregunta. Así, una primera sílaba titubeó mientras se escurría entre unos dientes oscurecidos por el café y abrió el paso a una ristra de palabras que formaron una pregunta. Una pregunta cortada tajantemente por la respuesta rápida y exacta de Andrés que por fin había encontrado su postura no en aquella silla, sino en aquella sala, en aquella empresa.

Dos semanas después de aquella entrevista Andrés recibió una llamada. Empezaba a trabajar para Motorola en Enero.

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